«En noviembre operaron a Alain de 27 meses.
Solicitamos poder acompañarlo. La respuesta fue NO. Mi marido me dijo: estate preparada, te lo van a quitar.
Ese momento llegó, vi sus ojos llenos de miedo, llenos de lágrimas… La puerta se cerró y seguía oyendo sus gritos. Nunca había sentido tanta impotencia.
Al terminar la cirugía me hacen pasar y lo veo a menos de 10 metros sentado en la cama, llorando, gritando, llamándome…y no me dejaban pasar a estar con él. El cirujano me empieza a hablar de hemorragia, anomalía vascular…me levanté y pedí ir con él y que avisaran a mi marido que estaba fuera. Entraron mi marido y mi hija, allí estábamos los tres en el bloque quirúrgico donde supuestamente nadie podía pasar. Intenté acercarme a él pero no me dejaron, “enseguida te lo entregan” me decían. Mi hija de 5 años me decía “Alain está allí ¿por qué no puedes cogerlo?«.
Después de unos 15 minutos me lo dieron. Me pegaba y se arrancaba la vía. Estaba fuera de sí… Tardó más de media hora en calmarse, en mis brazos, mecido y abrazado.
No fue duro, fue horrible.»