«A mi hija la operaron dos veces con un margen de seis meses, en las dos intervenciones me dejaron estar con ella hasta la puerta del quirófano cuando la anestesia empezó a hacerle efecto y lo mismo en cuanto salió de la intervención, baje y estuve a su lado cuando empezaba a despertarse viendo mi cara nada más abrir los ojos y notando nuestras manos unidas.
Para ella, tener una mano y cara conocida en esos momentos tan difíciles fue fundamental para afrontar la segunda intervención y para los padres poder estar con ellos también.»